jueves, 24 de febrero de 2011

Santiago, Hércules y Gilgamesh

Estoy escuchando Millennium. Music from the Middle Ages, en cuya portada aparece el Pórtico de la Gloria con su parteluz sustentado en esa enigmática escultura de un hombre barbado que abraza dos leones con las fauces abiertas al que quieren ver como Noé la mayoría de los críticos de arte.

En 1997 escribí sobre este conjunto escultórico en mi agotada novela Los Códices Templarios del Río Lobos... Al protagonista, Frey Diego de Ucero, tras beber de las enseñanzas de Ibn al Arabi en Alejandría le llevo a Tarragona para, desde allí, acompañar a una cofradía de constructores hasta Compostela y la Mar Océano... He aquí el diálogo que corresponde a la susodicha escultura...


-Las leyendas de la decapitación de Santiago, su llegada en barco a Iria Flavia, el perro que le acompañaba, el traslado de su cadáver por toros de la reina Loba, y todo lo demás, queridos amigos, no son sino cristianizaciones del desmembramiento de Osiris o de Dionisos Zagreo, al mismo tiempo que recubren la presencia del gran dios Lug y del gran viajero que fue Hércules, cuya Vía Láctea es el Camino de Santiago estelar -afirmó con una sonrisa Martine Marçois.

-Por eso en el Pórtico de la Gloria, sustentando el parteluz, acabamos de ver a Hércules cogiendo en sus brazos a sendos leones -advertí yo.

-Y muchas cosas más, frey Diego -afirmó Martine, quien se ocuparía de ilustrarnos acerca del simbolismo iniciático de aquella magna obra del maestro Mateo.

En Compostela visitaríamos también Santa María del Sar y desde allí fuimos a tocar el dolmen de Ageitos para, finalmente, concluir nuestro Camino de las Estrellas en Padrón y Noya. Y allá, junto al mar, vivimos todos juntos una puesta de sol que nos llegó al alma, contemplando el Can Mayor y la chispa luminosa de Venus, la estrella de los Peregrinos del Alba.

-Desde aquí se siente la gran nostalgia de la última Thule de Hiperbórea y de la Atlántida -exclamé.

En la última novela de Javier Sierra, El Ángel Perdido, se recoge la creencia de que es Noé pero el autor dice que, en realidad, es Gilgamesh..., sirviéndole así de nexo con la trama angelico-mítica anterior al Diluvio Univeral y post-diluviana.
  En un vídeo grabado en tierras gallegas, Sierra pregunta a los periodistas cómo pudieron saber los escultores de Gilgamesh si su poema se ha conocido en Occidente hace pocos siglos...



Claro, es así.., mas lo que aconteció es que la figura arquetípica de Gilgamesh pasó a Hércules y, en el contexto bíblico, a Sansón y Daniel... Sobre esta secuencia escribí años atrás en el ensayo Notas sobre el Moncayo, Hércules, Ágreda y los Pelendones ("Revista de Soria", 2ª época, nº 19, 1997), del que he extraído una selección de párrafos al respecto, al que se puede acceder en el artículo Contexto bibliográfico de la Ágreda Mágica. Asimismo, la secuencia iconográfica queda singularmente recogida en tres capiteles de la iglesia románico-mudéjar de San Miguel de Almazán  en Soria (San Miguel recogió parte del simbolismo arquetípico y legendario de Hércules).


Asimismo, la contemplación del bajorrelieve de la Ascensión o Vuelo de Alejandro el Magno en la fachada de la catedral de San Marcos en Venecia, escríbí sobre ello estas líneas:

"Ahora bien, ese "vuelo" recuerda un poco al de Gilgamesh, rey-héroe solar de Uruk (Mesopotamina), cuya epopeya más antigua conocida parece dater del 650 a.C, aproximadamente. Y las heroicidades de Gilgamesh y su amigo Enkidu -el hombre peludo enviado por los dioses- son un antecedente de algunas realizadas por Hércules, el cual fue considerado como emblema de la Virtud durante el Renacimiento.

Gilgamesh ascendió al cielo, tras la muerte de su amigo Enkidú, para buscar la "fuente de la inmortalidad", como dícese que la buscó Alejandró el Magno en la India o en Egipto. En la India, la búsqueda de la inmortalidad y el combate contra las "fuerzas oscuras" la lleva a cabo Indra en los Vedas (escritos a partir e un milenio a.C, como muy tarde). La inmortalidad también fue buscada por Hércules.

De Alejandro Magno se dice que, en Egipto, se le entregó la "Tabla Esmeraldina", la quintaesencia del arte alquímico y hermético. Además se dice que, al conquistar Jerusalén, se hizo con libros de Salomón en el Templo, y que Aristóteles -su maestro- leyó algunos de ellos.

La iconografía de Gilgamesh dominando un león, o dos, es difícil de distinguir de la que, en la Cristiandad, se supone que representa al profeta Daniel entre dos leones, o a Sansón desquijarando al león, como a Hércules se le simboliza en uno de sus trabajos luchando contra el león (la emblemática de la constelación Leo es uno de sus referentes). Estas iconografías están al completo en el templo mudéjar-cristiano de San Miguel en Almazán (Soria).

Pues bien, en la fachada oeste de San Marcos he fotografíado dos bajorrelieves en los que se ve a Hércules realizando algunos de sus "doce trabajos" (el zodíaco, por cierto, y los "trabajos de los doce meses" están representados así mismo en los relieves del intradós del pórtico central).

La vinculación esotérica de estos "doce trabajos" al zodíaco ha sido descrita por diversos autores, así como el simbolismo de tales "trabajos" con un "camino iniciático" de autorrealización que, muchos alquimistas, alegorizaron con Hércules".

Y, por cierto, que esta imagen última que vemos en este canecillo románico del interior de la catedral de Santiago bien podría enmarcarse en el imaginario arquetípico que arranca con Gilgamesh. En Soria capital -y no puedo por menos que referirme a mi patria chica- tenemos dos capiteles también del mismo imaginario en la fachada románica de Santo Tomé (mal llamada de Santo Domingo...de Guzmán).

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