jueves, 27 de mayo de 2010

Pantocrátor y Tetramorfos (1)

Un ensayo de Ramiro de Pinedo, monje de Silos, nos permite adrentrarnos en una serie de artículos que versarán -directa o indirectamente- en torno al Pantocrátor y el Tetramorfos, tan destacables en el Camino de Santiago en sus diversas modalidades y sustituciones.

Visión de Ezequiel (Pintura de un ábside del siglo VI de la necrópolis de Baouit – Egipto) Publicado en Cruz y Raya, Madrid, 1935

P. R. DE PINEDO, O. S. B.

El Señor, nimbado con el nimbo crucífero, se halla sentado sobre un trono; con su mano izquierda sostiene el libro de los siete sellos abierto; con la derecha bendice a la manera griega; la figura se halla encerrada dentro de una aureola, simulando como una gran rueda colocada sobre otras cuatro que forman como la base del trono. Sobre el eje de estas ruedas aparecen, cortándolas, las alas de dos de los animales simbólicos, el león y el toro, mientras en la parte alta y del mismo modo se encuentran el ángel y el águila; éstas son circulares o elípticas, mejor dicho, y están llenas de ojos por dentro y por fuera. Dos ángeles se encuentran a los lados inclinados profundamente, y parece como que han dejado caer algo de sus manos; detrás de sus alas aparecen dos círculos que encierran dos bustos. A los lados de las ruedas hay en el suelo unas a modo de llamas, y en el resto del semicírculo un motivo decorativo de grandes puntos, que encierran todos nueve motas blancas; la composición se corta en su parte baja por una gruesa línea.


En la parte inferior se encuentra la Virgen Santísima sentada en un solio parecido al de arriba; sentado sobre su pierna izquierda se encuentra el Divino Infante, que sostiene un rollo plegado en sus manos: se halla nimbado con el nimbo crucífero y bendice con su mano derecha igual que la imagen de arriba; a ambos lados se encuentran los apóstoles (seis a cada lado), vestidos de amplios mantos; sostienen un libro de los Evangelios en su mano izquierda, abrazando el canto del libro con la derecha; se encuentran descalzos, recordando la frase ¡Oh, cuán preciosos son los pies de los que evangelizan al mundo!

Así los encontramos siempre a todo lo largo de la Edad Media, en aquellos tiempos en los que la ornamentación no tenía solamente por objeto halagar la vista, sino hablar a la inteligencia para iluminarla con las luces divinas de las Sagradas Escrituras.

Notas: Enlace del Museo del Louvre sobre Baouit ,  Otro enlace sobre Baouit

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