lunes, 31 de mayo de 2010

Pantocrátor y Tetramorfos (2)

Vamos a transcribir ahora la visión de Ezequiel, cap. I, para ver lo que encontramos y lo que de ella falta en la pintura:
1.—En el año trigésimo, en el mes cuarto, sucedió que estando yo en medio de los cautivos junto al río Cobar, se me abrieron los cielos. Y tuve visiones divinas, o «extraordinarias».
2. —A cinco del mes, en el quinto año después de haber sido trasladado a Babilonia el Rey Joaquín o «Jeconías» (1).
3. —Dirigió el Señor la palabra a Ezequiel sacerdote, hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Cobar; y allí se hizo sentir sobre él la mano o la «virtud» de Dios.
4. —Miré y he aquí que venía del Norte un torbellino de viento, y una gran nube de fuego que se revolvía dentro «de la nube», y un resplandor alrededor de ella: y en su centro, esto es, en medio del fuego, una imagen «de un personaje, tan brillante) corno de ámbar.


La pintura no puede ser más exacta; se adivina el movimiento perfectamente indicado en las alas circulares de los animales sagrados, que son como un torbellino; la nube tiene el resplandor interior, aureola, aún más intenso que la aureola exterior; en medio se encuentra el personaje que brilla como el ámbar (la palabra hebrea chamel es de muy difícil traducción: ámbar, succino, que es lo mismo,oro, auricalco), es decir, que brillaba con gran majestad y hermosura.
5.— Y en medio de aquel fuego se veía una semejanza de cuatro animales; la apariencia de los cuales era la siguiente: había en ellos algo que se parecía al hombre.
6.— Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas.
7 .— Los pies eran derechos «corno los de un hombre», y la planta de sus pies como la planta del pie de un becerro, y despedían centellas, como se ve en un acero muy encendido.
8.— Debajo de sus alas, a los cuatro lados había manos de hombre: tenían caras y alas por los cuatro lados.
9. — Y juntábanse las alas del uno con las del otro. No se volvían cuando andaban, sino que cada uno caminaba adelante según la dirección de su rostro.
10. —Por lo que hace a su rostro, todos cuatro lo tenían de hombre, y todos cuatro tenían una cara de león a su lado derecho; al lado izquierdo tenían todos cara de buey; en la parte de arriba tenían todos cuatro una cara de águila.
11. —Sus caras y sus alas «miraban» y extendían- se hacia lo alto; juntábanse «por la punta» dos alas de cada uno, y con las otras cubrían sus cuerpos.
12. — Y andaba cada cual de ellos según la dirección de su rostro, adonde le llevaba el ímpetu del espíritu, allá iban, ni se volvían para caminar.
13.— Y estos animales a la vista parecían como ascuas de ardiente fuego, y como hachas encendidas. Velase discurrir por en medio de los animales un resplandor de fuego, y salir del fuego relámpagos.
14. — Y los animales iban y volvían a manera de resplandecientes relámpagos.
Aquí nada de esto encontramos; los cuatro animales tienen una sola cara; no aparecen pies ni manos; sus alas les envuelven como un torbellino. Nos encontramos más bien ante un lugar paralelo del Apocalipsis de San Juan. Veamos lo que dice, cap. IV, vers. 6: Y enfrente del solio había como un mar de vidrio semejante al cristal y en medio del espacio en que estaba el trono, y alrededor de él, cuatro animales llenos de ojos delante y detrás.
7 .— Era el primer animal parecido al león, y el segundo al becerro, y el tercer animal tenía la cara de hombre, y el cuarto semejante al águila volando.
8.— Cada uno de los cuatro animales tenía seis alas; y por afuera de las alas y por dentro estaban llenos de ojos; y no reposaban ni de día ni de noche, diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor Todopoderoso, el cual era, y el cual es, y el cual ha de venir.
Los animales de nuestra pintura son estos mismos que San Juan describe: tienen seis círculos o alas cada uno, que están llenas de ojos por fuera y por dentro. Sin duda se ha representado la escena por este lugar paralelo para dar más facilidad al ejecutante y claridad a la visión. Las discusiones de cómo eran estos animales y cómo tenían las cuatro caras, manos, pies, alas, etc., dieron lugar desde primera hora a grandes disputas, y los exégetas no estaban conformes más que en su significado simbólico, como veremos más adelante.

NOTA: texto del ensayo "Visión de Ezequiel (Pintura de un ábside del siglo VI de la necrópolis de Baouit – Egipto)" Publicado en Cruz y Raya, Madrid, 1935 - .P. R. DE PINEDO, O. S. B.

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