En
un artículo anterior -Virgo-Astrea
y la Edad de Oro- resumí
la mitología del signo zodiacal-constelación de Virgo con la inmortal Astrea,
diosa de la Armonía-Equilibrio-Justicia-Orden que enseñaba y convivía entre los
hombres durante la Edad de Oro en las ciudades, después hizo lo mismo con los aldeanos de los
valles durante la Edad de Plata y durante la Edad del Bronce se refugió en las
montañas y finalmente ascendió a los Cielos tras ver que la Humanidad iba a
entrar en la Edad del Hierro. Y en el Firmamento el gran Zeus la convirtió en
la constelación de Virgo.
Tal
mito fue revalorizado y transmitido entre los círculos esotéricos
neopitagóricos y neoplatónicos. Vigente estaba cuando, en el año 40 a.C.,
Virgilio compone su IV Égloga anunciando que la Virgen Astrea iba a dar a luz a
un Avatara, a un Mesías, a un Restaurador del Orden que traería consigo una
nueva Edad de Oro.
Muy pronto los Padres de la Iglesia cristianizaron esa IV
Égloga y, convirtiendo a Virgilio en un profeta, asimilaron la Virgo (Astrea)
con la Virgen María y a Jesús con el virgiliano "naciente niño, por
quien la vieja raza de hierro termina y surge en todo la nueva Edad Dorada del
mundo".
La primera analogía en tal sentido parece ser que la realizó Lucio Cecilio
Firmiano Lactancio (fallecido
hacia el 325).
La exégesis cristiana de esta IV Égloga sobrevive todavía hoy
día y tuvo igualmente una especial incidencia durante el Renacimiento (en
España descuellan las interpretaciones de Juan Luis Vives y de El Brocense,
entre otras).
Así
que Virgo (Astrea) pasó a ser, en el medievo cristiano, un signo zodiacal
vinculado a la Virgen María muy estrechamente, tanto simbólicamente como a
nivel litúrgico puesto que los principales hitos existenciales de María
(basándose en los apócrifos fundamentalmente) se incrustaron dentro del período
astrológico ligado a Virgo, como puede leerse en La Virgen
María y el signo zodiacal Virgo (en Soriaymas).
Insisto
en ello, aquí y ahora, transcribiendo a Jean Hani en su clarividente libro La
Virgen Negra y el Misterio de María :
"En
cuanto a la constelación zodiacal de la Virgen, desempeña un gran papel en el
culto mariano. Primero en el calendario de las fiestas; la constelación aparece
por el este en marzo, se alza en el este durante los meses de abril, mayo y
junio, y luego desciende hacia el oeste de julio a septiembre; por otra parte,
el sol entra en el signo el 23 de agosto y permanece en él hasta el 22 de
septiembre; ya se habrá advertido que las fiestas marianas importantes se
sitúan precisamente en estos períodos: el 25 de marzo [Anunciación y Concepción
de Jesús], el mes de mayo [mes de María], el 15 de agosto [ la Asunción] y el 8
de septiembre [Natividad de María]. Por otra parte, recordemos la asombrosa
relación que vincula la constelación zodiacal en cuestión con la implantación
de algunos santuarios marianos."
Y
así como Astrea es "La
Estrellada", María es "Estrella de la Mañana" (Letanía
Lauretana), "Estrella
del Mar" (Liturgia de las Horas), y fue igualmente equiparada a la
embarazada "Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una
corona de doce
estrellas sobre su cabeza" (Apocalipsis, XII,1) que el Dragón de siete cabezas intenta aniquilar y al que
derrotará el arcángel Miguel.
Y así como Astrea fue vinculada en la Antigüedad
con diversas Diosas Madres de todo el arco oriental mediterráneo (incluida
Isis), igualmente María absorbió la imaginería, simbolismo y rituales paganos de
tales Diosas Madres, como es más que evidente, y baste para ello tan solo
releer las alabanzas marianas en la Letanía Lauretana que ha sido fuente de tanta
inspiración iconológica.
Ejemplo de ello son los grabados sobre la Letanía Lauretana que acompañan este
artículo, que fueron realizados por el taller de los grabadores de Augsburgo de
los hermanos Joseph Sebastian y Johan Baptist Klauber que tanta influencia
tuvieron en Europa y Latinoamérica durante siglos. Contaron para ello con la
colaboración en las ilustraciones del jesuita Ulrich Probst, y fueron comentadas
en latín por Francisco
Xavier Dornn, predicador de Fridberg, en 1750, en una obra que fue traducida a diversos
idiomas a lo largo de los siglos XVIII y XIX. En España se tradujo al español y se publicó
por vez primera en Sevilla (1763). La segunda
publicación tuvo lugar en Valencia, en 1768, y es a la que corresponden estas
imágenes que he ido insertando en este post.
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